02 de julio, 2016 10:38
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El Estado o el estrago. La discusión parece simple pero esconde un par de trampas cazabobos. La mayoría de los ciudadanos comprometidos con la información pública supone que el macrismo viene a terminar con el Estado. Entonces, abundan los que claman por unidades gaseosas para volver a la conducción del armatoste institucional, sin reparar que ahí también se camuflan estragadores seriales. Aunque esquemática y determinista, la frase del tío Carlos no pierde vigencia: el Estado es la expresión de la clase dominante. Incluso, cuando circunstancialmente emerge una alianza de sectores que deposita un par de dirigentes con otra raigambre y se tensa la cuerda de la disputa por la renta. No hay empate. Nunca lo hubo. Lo único que hay, a veces, es la conformidad de ciertas mayorías que evalúan, con razón fundada en la experiencia, que las cosas podrían ir peor y que, en consecuencia, la situación a la que asisten se torna, en comparación, paradisíaca. Pero la utopía sigue ahí. Leer más
El Estado o el estrago. La discusión parece simple pero esconde un par de trampas cazabobos. La mayoría de los ciudadanos comprometidos con la información pública supone que el macrismo viene a terminar con el Estado. Entonces, abundan los que claman por unidades gaseosas para volver a la conducción del armatoste institucional, sin reparar que ahí también se camuflan estragadores seriales. Aunque esquemática y determinista, la frase del tío Carlos no pierde vigencia: el Estado es la expresión de la clase dominante. Incluso, cuando circunstancialmente emerge una alianza de sectores que deposita un par de dirigentes con otra raigambre y se tensa la cuerda de la disputa por la renta. No hay empate. Nunca lo hubo. Lo único que hay, a veces, es la conformidad de ciertas mayorías que evalúan, con razón fundada en la experiencia, que las cosas podrían ir peor y que, en consecuencia, la situación a la que asisten se torna, en comparación, paradisíaca. Pero la utopía sigue ahí.
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