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Giros: darlo vuelta todo.

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17 de diciembre, 2018 16:18

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Tres, cuatro, y hasta cinco días al mes, me los paso en cama con migrañas, insensible al mundo que me rodea. Y casi todos los días entre estos ataques, siento que la migraña está en camino entonces tomo cierto fármaco para impedir que llegue. Si no me tomara esos fármacos, sería capaz de funcionar, tal vez, un día de cada cuatro. En otras palabras, ese error fisiológico llamado migraña es un hecho central en la vida que me ha tocado. Cuando yo tenía 15 años o 16, o hasta 25, pensaba que podía librarme de ese error simplemente negándolo, imponiendo el carácter sobre la química. “¿Sufre Ud. dolores de cabeza? ¿A veces, con frecuencia, nunca?”, me preguntaban los distintos formularios de solicitudes. “Marque una casilla”. Yo marcaba la casilla “A veces”, mentía. El hecho de que pasara un día o dos por semana casi inconsciente por el dolor me parecía un secreto vergonzoso, que no solo revelaba una inferioridad química sino también todas mis malas actitudes, mi temperamento desagradable y mis ideas equivocadas. Las migrañas son algo más que las fantasías de una imaginación neurótica... He aprendido cuándo esperarlas, he aprendido a ser más inteligente que ellas e incluso a tratarlas cuando llegan más como amigas que como inquilinas. Hemos llegado a cierto acuerdo mis migrañas y yo. Nunca las tengo cuando tengo problemas de verdad. Cuéntenme que mi casa se ha quemado, que mi marido me ha abandonado, que hay tiroteos en la calle y pánico en los bancos, y yo no reaccionaría teniendo un dolor de cabeza. En cambio me viene cuando no estoy librando una guerra abierta con mi vida sino una guerrilla, durante esas semanas de pequeñas confusiones domésticas, de ropa perdida en la lavandería, de asistentas descontentas, de citas canceladas, o bien en los días en los que el teléfono suena demasiado y yo no consigo trabajar y se levanta viento. En cuanto me viene y ahora que he aprendido a sus costumbres, ya no la combato. Me acuesto y dejo que pase. Al principio cada pequeña aprensión resulta magnificada, cada ansiedad se convierte un terror atronador. Luego viene el dolor, y yo me concentro únicamente en él. Ahí reside la utilidad de la migraña, en ese yoga impuesto, la concentración en el dolor. Porque cuando el dolor se retira, al cabo de diez o doce horas, todo se va con él, los resentimientos ocultos, y también todas las ansiedades banales. La migraña ha operado como un cortocircuito, y los fusibles han emergido intactos. Hay una agradable euforia convaleciente. Abro las ventanas y siento el aire, como agradecida, y duermo bien. Me fijo en la naturaleza concreta de una flor en el jarrón de cristal del rayano de la escalera Noto el aire particular de una flor en un vaso al pie de la escalera. Doy gracias por lo que tengo. En la cama (1968) Joan Didion Leer más

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