En estos días, dos nombres se nos han hecho conocidos a partir de sus muertes, o tal vez haya que decir mejor, a partir de sus asesinatos. El viernes 16 de agosto, Vicente Luis Ferrer de 68 años, fue perseguido, retenido, y según declaran testigos, golpeado por un custodio de seguridad y un empleado del supermercado Coto en San Telmo. Murió prácticamente en plena calle. El seguridad y el empleado de Coto, ahora acusados de homicidio, le hicieron pagar con su vida el importe de dos chocolates, un queso y un aceite de oliva. El martes 20 de agosto, Jorge Martín Gómez de 40 años murió como consecuencia de una patada brutal de un policía de la CABA, ahora también acusado de homicidio. Gómez había cometido el portentoso delito de interrumpir el tránsito. Supuestamente. ¿Qué aseguran las fuerzas de seguridad que cobran a valor vida su muy privado concepto de orden? ¿Qué aseguran las obras sociales cuando un médico cobra plus -plus dolarizado en algunos casos- a sus afiliados enfermos? ¿Qué aseguran los presidentes que contemplan indiferentes la destrucción de uno de los pulmones del planeta como es la Amazonia? Si la triunfante perspectiva neoliberal ha reducido el concepto de seguridad a la mera vigilancia y resguardo de los bienes materiales, aunque ello implique la pérdida de vidas, nosotros queremos esta mañana releer el artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Y para abundar en claridad el artículo 22 que reza: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.
Hoy un recorrido por autores que escriben sobre la fragilidad humana Francisco Zamora, Camilo Blajaquis, Jaime Sabines, Walter Lezcano, Ernesto Sábato y Eduardo Galeano.